Los tiburones blancos difieren bastante de ser simples «máquinas de matar», como sostiene la imagen popular que se tiene de ellos. Para poder capturar los grandes mamíferos marinos que constituye la base de la dieta de los adultos, los tiburones blancos practican una característica emboscada:
se sitúan a varios metros bajo la presa, que nada en la superficie o
cerca de ella, usando el color oscuro de su dorso como camuflaje con el
fondo y volviéndose así invisibles a sus víctimas. Cuando llega el
momento de atacar, avanzan rápidamente hacia arriba con potentes
movimientos de la cola y abren las mandíbulas. El impacto suele llegar
en el vientre, donde el tiburón aferra fuertemente a la víctima: si ésta
es pequeña, como un león marino,
la mata en el acto y posteriormente la engulle entera. Si es más
grande, arranca un gran trozo de la misma que ingiere entero, ya que sus
dientes no le permiten masticar. La presa puede quedar entonces muerta o
moribunda, y el tiburón volverá a alimentarse de ella arrancando un
pedazo detrás de otro. Excitados por la presencia de sangre, la zona se
llenará pronto de otros tiburones. En algunas zonas del Pacífico, los
tiburones blancos arremeten con tanta fuerza a las focas y leones
marinos que se elevan un par de metros sobre el nivel del agua con su
presa entre las mandíbulas, antes de volver a zambullirse. Sin embargo,
en el Mar Mediterráneo y costa atlántica de África y Europa, el tiburón
blanco, al igual que la orca y el marrajo,
no suelen atacar ni alimentarse de maníferos como focas o delfines, los
ataques de tiburón blanco al hombre en el mediterráneo son extraños,
alejados de la costa y a profundidad, tal vez sea por los hábitos de
alimentación basados principalmente en el atún rojo, mucho más nutritivo
tanto para el tiburón blanco como para la orca o el marrajo.En esta imagen observamos a un gran tiburon blanco sudafricano elevandose sobre el agua con una foca, que posteriormente devorará, entre sus fauces.
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